viernes, abril 25, 2008

Resacosa honestidad

Tengo la vista cansada, los pies acartonados, la boca reseca y la cabeza a punto de reventar.

¿Estaré tal vez enfermo?

No, que va, solamente acabo de llegar de marcha.

Y es que ahora que lo pienso, comienzo a entender por que lo llaman “salir de marcha”.

El estado en el que me encuentro nada tiene que envidiarle al de los jóvenes cadetes de infantería al acabar sus ejercicios matutinos. ¡Que demonios, ellos se encuentran mucho mejor que yo! Al menos tienen el placer de recibir el cálido gesto del sargento, síntoma de un trabajo bien hecho y la posterior sonrisa de las chicas en la cantina del cuartel…

Y yo, que tendré más que esta pastosidad inerte en la boca y un tedioso sentimiento de culpabilidad que me rondará todo el día. Pues si, seguramente me lo pasaré durmiendo y no tocaré ninguno de los múltiples libros que adornan mi estantería.

La Constitución, el Código Civil, la Ley Orgánica del Poder Judicial, todos parecen mirarme con gesto serio, como culpándome de no haberles dado la lectura que debiera...

Pero que me piden, la universidad es una época dorada, y no brilla exactamente por la cubierta de los libros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, que la universidad no brilla por los libros, no por todos, pero hay uno que relumbra más que el sol y es el de D'Ors, sino os lo creeis recomiendo encarecidamente la lectura de su prólogo, yo ya le he leído varias veces y no tiene perspectiva, te atrapa como el anillo único.