El crepúsculo de un ídolo

Los grandes ídolos siempre acaban pereciendo, cierto, Nietszche no se equivocaba tampoco en eso, y no fue esta vez por débil o decrepito aunque si por la llegada de un superhombre... cabalgando una bestia azul y amarilla.

Fue durante muchos años el lider indiscutible del automovilismo mundial,posicion que granjeo tanto sumisos adoradores como numerosos detractores.
Y es que muchos fueron los que al Káiser criticaron, y lo hicieron esgrimiendo la falta de competencia, la imbatibilidad de la marca de Maranello, la superioridad del neumático, el infinito presupuesto…

Plausiblemente todos estos ataques fueron repelidos mediante un sordo rugido hidráulico, olor a bridgestone quemado y el dulce sabor del champán bajo el himno germano…

Pero el tiempo avanza inexorablemente y Michael creyó que podría rebasarlo a lomos de su “caballino rampante”.
Se equivocaba…
La juventud no se compra con presupuestos ilimitados y si la edad no mermo su don, si hizo algo igual de desastroso, se lo concedió también a otros, con 10 años menos.

Aunque nunca en todo este tiempo como piloto a defraudado a sus "Tifossi",bien como lider del mundial bien en tristes temporadas como la del 2005 ..

Pues si algo se puede alabar del eterno “Schumi” es esto que nos demuestra ahora, en su definitiva recta final:

Su profesionalidad como piloto y como individuo, apenas manchada por esos arrebatos pueriles que lo empujan a aparcar en el muro de la última curva de Montecarlo

Su persistencia, su incansable y pertinaz insistencia., que lo llevo al segundo puesto en este ultimo gran premio de Canad á.

La impresionante clase y estilo de su inconfundible carácter germano

Y las manos, esas manos que lo llevaron 142 veces a bautizarse en champán...

Me atrevo a plagiar a Max Gallo asegurando que, ahora que ya a conseguido todo lo que un piloto puede aspirar a alcanzar, a comenzado su carrera más complicada, aquella en la que se vate contra el tiempo y el olvido hasta conseguir su victoria más hermosa: la inmortalidad


Der Kaiser auf immer